El teatro de Federico García Lorca
En Lorca lo teatral obedece a un impulso primario. Tuvo una visión teatral del mundo: disfrutó y sufrió la vida como un drama universal. El teatro es poesía que se levanta del libro y se hace humana, dijo en una ocasión, y nunca dejó de confiar en la capacidad del teatro para enseñar y deleitar, según el viejo modelo clásico.
Su producción estuvo siempre determinada por la voluntad de
innovar, en todas las ocasiones. Nunca quiso hacer la comedia burguesa que
dominaba en su tiempo, sino acceder a los grandes temas: el amor, la muerte, el
paso del tiempo, la opresión y la rebeldía, la fuerza del destino.
El fracaso de
su primera obra estrenada, El maleficio de la mariposa (1920) quizá se debió a
un exceso de transgresión, de modo que la siguiente, Mariana Pineda (1927), se
ciñó al diálogo con el «teatro poético» modernista, para subvertir sutilmente
sus códigos, hasta fundir el amor (privado) con la Libertad (pública).
Al mismo
tiempo su laboratorio teatral explora el registro del teatro de muñecos, desde
que proyecta un «Teatro Cachiporra Andaluz» (1921) hasta que presenta Retablillo
de don Cristóbal y doña Rosita en el Teatro Avenida de Buenos Aires, en 1934. De
1922 data la Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, conocida también
como «Títeres de Cachiporra». No es una distracción colateral, sino el modelo
del teatro futuro, de acuerdo con otras iniciativas europeas modernas, que
abordan desde ahí la transgresión y la subversión de las convenciones del teatro
«oficial». Sobre esa base se construye la «farsa violenta» de La zapatera
prodigiosa (1923-1930 y 1933), donde el saber de los muñecos se proyecta sobre
personajes humanos para reflejar, en la tradición cervantina, el poder del deseo
y la imaginación. Siempre con el patrón secular del matrimonio desigual del
viejo y la niña, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (escrito entre
1922 y 1926, estrenado en 1933) es una obra maestra que parte de la farsa y
culmina en tragedia, mezcla de lo lírico y lo grotesco.
De Nueva York, donde ha
visto mucho teatro, trae un bloque de obras más decididamente vanguardistas, que
considera «imposibles» de representar por el momento, Así que pasen cinco años y
El público, junto con la incompleta Comedia sin título (en realidad, El sueño de
la vida, 1936). No son incompatibles con su apertura al teatro comercial, pues
toda su producción de los años treinta forma un proyecto único de renovación
múltiple del teatro de su tiempo. No es ocioso que el tema de El público y la
Comedia sin título sea precisamente el de los límites del teatro y el de la
exposición pública de la verdad oculta (respectivamente la homosexualidad y la
revolución).
Así que pasen cinco años, explicó el autor, es la leyenda del
tiempo, cuyo tema es ése: el tiempo que pasa, es decir la espera, la decepción,
la soledad, lo que hubiera podido ser. Sobre El público sostiene en 1933 que no
puede representarse porque es el espejo del público que no soportaría verse
reflejado en una función donde aparece la homosexualidad, escándalo para unos,
liberación para otros y drama íntimo para todos.
Durante la II República, además
de comprometerse con el teatro itinerante de La Barraca hace teatro comercial,
sin renunciar a sus propósitos renovadores. El triunfo le llega con el estreno
de de Bodas de sangre (1933), primer batiente de una «trilogía de la tierra
española» a la que seguiría Yerma. La tercera obra no pasó de proyecto, pues no
cabe en el plan La casa de Bernarda Alba, que no es una tragedia. Bodas de
sangre es una tragedia en la que el destino domina la voluntad de los personajes
y donde la acción se concentra en las ceremonias de la boda y la muerte. Yerma
es la tragedia de la mujer estéril. Es […] del contraste de lo estéril y lo
vivificante, de donde extraigo el perfil trágico de la obra, dijo el autor en
1934.
El destino ciego recae sobre el matrimonio sin amor y sobre el motivo de
la honra, puesto al servicio de la fatalidad. El desenlace (¡Yo misma he matado
a mi hijo!) implica la autodestrucción y un acto supremo de libertad.
Con Doña
Rosita la soltera, o el lenguaje de las flores, (1935) se iniciaba un ciclo
orientado hacia la comedia. Pero la historia de la solterona granadina que
espera la vuelta del novio hasta la vejez dista de responder a parámetros
convencionales. A pesar del tratamiento irónico de lo cursi, la tonalidad de la
pieza muda hasta convertirse en amarga meditación sobre el deseo incumplido.
La
casa de Bernarda Alba se representó por primera vez en 1945. Terminada el 19 de
junio de 1936, está escrita en clave de «ultrarrealismo» (Francisco García
Lorca). Subtitulada «Drama de mujeres en los pueblos de España», su fatalidad
trágica no deriva de la naturaleza, sino de los agentes sociales.
La casa de
Bernarda Alba es la casa de la ley y de la rebelión. El luto decretado en su
interior va segregando su violencia en las hijas de Bernarda Alba hasta la
rebeldía y el suicidio de la menor.
A pesar de haber quedado trunca en plena
madurez, como puede percibirse al leer el fragmento conservado de Los sueños de
mi prima Aurelia, la obra de Federico García Lorca sigue produciendo un interés
sostenido en todo el mundo.
Fuente:
http://www.cervantesvirtual.com/portales/federico_garcia_lorca/introduccion_a_la_obra/
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